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En ese largo período de hegemonía, la figura presidencial fue una especie de Tlatoani azteca

#Opinión Por: Juan Pérez Audelo

En los regímenes de la post-Revolución se instauró lo que don Daniel Cosío Villegas, con su gran lucidez y sabiduría calificó como una “monarquía sexenal, autoritaria, absoluta, por vía transversal”. El Partido Revolucionario Institucional –el PRI- habría de mantener la presidencia de la República, por cerca de 80 años, hasta la transición que se dio en el año 2000. Recuperó el poder en 2012, con el presidente Enrique Peña Nieto.

En ese largo período de hegemonía, la figura presidencial fue una especie de Tlatoani azteca, es decir, casi un semi-dios. La visita a las entidades del país o ciertas comunidades elegidas por sus cercanos, implicaba hacerle peticiones y lograr obras, escuelas, carreteras, puentes, etc. Las giras presidenciales eran esperadas, justamente porque significaban, traer consigo una bolsa de dinero y otorgarlo sin más a los pueblos que visitaba.

Desde que la Sección 22, entre sus torpezas, devino una especie de cancerbero, aquel animal mitológico que resguardaba las puertas de los infiernos, los presidentes de la República han guardado prudencia en visitar Oaxaca, pero nuestra entidad, tampoco ha recibido los beneficios que ello implicaría. El 15 de febrero de 2011, en pleno auge del gobierno de Gabino Cué, vino a Oaxaca el ex presidente Felipe Calderón. Hubo disturbios, golpes a la Policía Federal –incluso mujeres- y otros descalabros, por lo que jamás volvió a pisar nuestro territorio.

El Cártel-22 se convirtió en el cancerbero ex officio de los oaxaqueños. Obviamente, nadie le otorgó dicho papel. Pero como poder fáctico, se asume como el que permite o impide el arribo de funcionarios y aún los declara non gratos. Obviamente el gobierno lo ha permitido. Una visita presidencial es motivo de protesta; de agresión; de desafiar a policía o Fuerzas Armadas. Pero que nadie les levante la mano, porque el grito ya lo tienen en la boca: represión, represión.

Se espera la visita del presidente Peña Nieto a la capital. En cinco años de gobierno sólo ha pisado la zona istmeña y la costa: una visita casi a hurtadillas a Salina Cruz y otra posterior, para inaugurar un parque eólico. Una más a Huatulco. Ha cancelado su visita al menos dos veces. ¿Por qué? Por la amenaza del magisterio. Quien ha perdido en todo ha sido el pueblo oaxaqueño. Se trata de provocadores que, como hemos dicho, devienen en segundos de victimarios en víctimas inermes. El caso Nochixtlán muestra con toda su magnitud esta lucha social, permeada por la podredumbre y la demagogia.

La pregunta es: ¿se seguirán permitiendo los mismos abusos y atropellos del magisterio o el gobierno, como representante legítimo del Estado, pondrá coto a este cáncer social? (JPA)

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