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#Opinión por Alfredo Martínez de Aguilar
Comprobado está a lo largo de la historia que la educación, que se mama en el hogar, y la producción, es su única tabla de salvación en las peores crisis que ha enfrentado el hombre.
Muestra de ello es la conquista militar de Grecia por Roma, derrotada ésta última por la cultura de la primera. Las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse y dar felicidad a los pueblos.
José Martí afirmó que el primer deber de los auténticos revolucionarios honestos es educar y enseñar a producir al pueblo para que sea verdaderamente libre de pensamiento y acción.
Ésta es nuestra única tabla de salvación, el clavo ardiendo del que debemos tomarnos para salir a flote del mar de mierda en el que nos han hundido los gobiernos. No nos queda de otra.
Ni siquiera en las páginas más negras de la historia de México y Oaxaca los gobiernos federal y estatal nos habían echado a rodar por el más profundo abismo como ocurre hoy en día.
Salvo muy contadas excepciones, en la historia de México y Oaxaca no ha habido muchos gobiernos que realmente se hayan preocupado por elevar la calidad de la educación integral.
Preñados de egoísmo ha faltado a la mayoría de los diversos órdenes de gobierno visión de estadistas para pensar en las futuras generaciones, no solo en ganar las próximas elecciones.
Más que imperativo es indispensable recuperar, pues, el estudio de la historia, primordialmente desde el seno de los hogares, las escuelas, los centros de trabajo y la propia comunidad.
Dicho está por los filósofos clásicos griegos y latinos, padres fundadores del conocimiento de la sociedad occidental, que los pueblos que olvidan su Historia, están condenados a repetirla.
Por tanto, es realmente vital, es decir, asunto de vida o muerte cívica e, incluso, física, personal, familiar, social y nacionalmente, no olvidar la sentencia que legara Cicerón a la posteridad.
Con gran sentido común el pueblo, a pesar de su analfabetismo, pero sabio por naturaleza, dice sin equivocarse que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Si los adultos no reflexionamos sobre esta realidad y cobramos conciencia de la imperiosa necesidad de tocar fondo a como dé lugar, condenaremos al desastre a nuestros hijos y nietos.
No son simples choros mareadores, jamás ha sido ésta la intención que prive en nuestro ánimo, por el contrario, es el ejercicio responsable de nuestro compromiso de dar luces a los demás.
Un día cualquiera Dios, la vida, la historia y nuestra familia nos llamarán a cuentas, esperemos que falte mucho, pero eso no lo decidimos nosotros, y no queremos llegar con las manos vacías.
Hoy, una vez más nos sorprende que continúe el escandaloso saqueo del dinero del pueblo por los gobiernos en turno y que como perversas maniobras de distracción, se reinciende Oaxaca.
Lo más indignante, es que no es nada nuevo en la historia de la mártir Gran Señora del Sur, cuyo señorío y hermosura ha inspirado a los grandes poetas y artistas plásticos propios y ajenos.
¡Quienes debemos lo que somos profesionalmente a la gloriosa universidad pública Benito Juárez, cómo olvidar que ha sido violada y saqueada permanentemente desde los años 70!
Y lo ha sido, irónica y contradictoriamente por aquellos fariseos marxista-leninistas, hipócritas farsantes, que pegan con la izquierda y cobran con la derecha, abusando de la autonomía.
Por las complicidades en la corrupción con los gobiernos en turno, de todos los signos partidistas, se permite la confusión con inmunidad y, sobre todo, impunidad extraterritorial.
Suman cientos los porros, que no son molestados por las autoridades ministeriales ni siquiera con una orden de presentación, a pesar de la comisión de diversos delitos federales y comunes.
Están ya libres paseando su impunidad por el campus universitario los detenidos recientemente con el segundo incendio en el edificio central de la UABJO, ahora en la Puerta de Alcalá.
Y los probables responsables del incendio del glorioso Paraninfo del Edificio Central del Alma Máter de los oaxaqueños acaso fueron detenidos hace quince años, el 22 de junio de 2001.
No hablemos ya de los probables autores intelectuales, ex rectores, cuyas familias reales son, de hecho, propietarias de la Universidad pública oaxaqueña o comadres de altos funcionarios.
No obstante, ser una verdad sabida a nivel nacional desde siempre, los sucesivos Gobiernos de la República lo aceptan y permiten, por complicidad en la corrupción. ¡Que se joda Oaxaca!
Total, están convencidos que un pueblo que perdió la dignidad y el valor civil para defender su casa común y exigir con la Ley en la mano respeto a sus derechos, merece esto y más, lo peor.
La historia negra del saqueo de Oaxaca, ciertamente, no es nada nuevo, pero ello no significa que forme parte de la normalidad. ¿Quién robó la histórica Puerta principal de la Catedral?
Durante la remodelación del Zócalo y la Alameda de León capitalinos, también se remodelaron algunas partes importantes de la Catedral, particularmente las cúpulas y bóvedas de sus naves.
Sin embargo, fue una oportunidad inmejorable para que los alguno de los responsables de los trabajos de mantenimiento y conservación de la Catedral desaparecieran la Puerta principal.
De su valor histórico invaluable saben mucho los arquitectos oaxaqueños expertos en conservación del patrimonio cultural e histórico, como Elí Pérez Matus, pero son cómplices.
Si no se la robó él, seguramente el ex Director General del Instituto Oaxaqueño Constructor de Infraestructura Física y Educativa (IOCIFED), sabe quién robó la Puerta principal de Catedral.
Quizás fue Víctor Hugo Ruiz Ortiz, hermano y constructor consentido del ex gobernador Ulises de los mismos apellidos, beneficiado con la remodelación del Centro Histórico de Oaxaca.
Así que, los oaxaqueños estamos totalmente jodidos entre los políticos y familiares de éstos que se roban puertas con enorme valor histórico y los ex rectores y rectores que las mandan quemar.
Y las que faltan por robar y quemar. No cabe duda que son los huérfanos oaxaqueños, por aquello que no tienen madre política y moralmente. Insistimos, total: ¡Que se joda Oaxaca!
