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Detrás de la Noticia: Las maldiciones políticas de Oaxaca, charla en la Univas

Opinión Por: Alfredo Martínez de Aguilar

Nobleza y nostalgia obliga. La gratitud es mi convicción de vida. A Dios y a mis viejos abuelos maternos y paternos, zapoteco-mixtecos y, por supuesto, a mis padres. Pero, sobre todo, a mis maestros y amigos.

Aprendí de ellos como norma de vida que un indio que se respeta a sí mismo jamás debe olvidar un favor para que sea respetado, pero tampoco perdonar un agravio. El amor, el odio y la venganza, son motores de vida.

A don Juan y don Filiberto, quienes con amor de abuelo y padre enriquecieron mi vida con la luz del conocimiento, a través de la lectura y de la poesía, y me enseñaron a volar en las alas de la imaginación.

A, Adolfo, “El Güero Aguilar”, piloto aviador militar, convertido en mi héroe de carne y hueso, al verle de niño enfundado en su uniforme coronado con las alas, insignias de la gloriosa Fuerza Aérea Mexicana (FAM).

Al lado de ellos aprendí desde mi primera infancia la importancia vital del nacionalismo, amor y respeto a la Patria, como casa común de todos los mexicanos; patriotismo que acrecenté en las instituciones nacionales.

Recuerdo con eterna gratitud a generales, jefes y oficiales de las fuerzas armadas que han compartido conmigo su sabiduría y valentía, particularmente a Juan Alfredo, Tomás, Carlos Guillermo, Carlos y a Miguel Enrique.

Con profunda gratitud y alteza de miras pido a Dios y a la vida que algún día mis hijas sigan el ejemplo del gran conquistador griego Alejandro Magno, hagan suyas sus palabras y con enorme satisfacción reconozcan:

“Debo más a Aristóteles, mi maestro, que a Filipo, mi padre: éste último me dio un reino y aquél me enseñó a gobernarlo”. La educación se mama en el hogar, pero obligadamente, continúa en la escuela con los maestros.

A Rosario, Ernestina y Miguel en la primaria. A los sacerdotes escolapios Manuel, José María, Vicente y, particularmente a Ramón y Julián, que despertaron en mi adolescencia la vocación por el periodismo.

Al lado de los también sacerdotes Luis y Miguel encontré en el manejo de la palabras y las ideas expresadas oral y por escrito la mejor forma de luchar por la vida, la libertad y la dignidad; por la verdad y por la justicia.

Destaca la trascendencia en mi formación del superior de los jesuitas Carlos Ignacio González, quien contribuyó de manera preponderante a desenajenarme del malentendido temor a Dios, a la ley mala, al dinero y al qué dirán.

Entendí que Dios no es castigador, porque es amor, y el amor no impone ni condiciona, acepta y perdona todo. Aprendí que hechos a imagen y semejanza de Dios por la inteligencia, el único pecado grave es la estupidez.

Además aprendí, que ciencia y espiritualidad no están reñidas ni divorciadas, pues se complementan. Coinciden en reconocer como soplo vital de la vida a la energía, espíritu o alma, que no perece solo se transforma.

Por ello, si bien es cierto que lloro a mis muertos, de manera especial a mi hijo Alejandro Rommel, a mi niño guerrero águila, no es menos cierto que viven en mi y son fuente de inspiración para luchar por un mundo mejor.

Con mis maestros y por ellos conocí la sabiduría de la cultura griega y romana, bases de la civilización cristiana occidental y cuna del derecho y de la ley, de la gramática, de la retórica y la oratoria, y de las matemáticas.

A ellos sumaron la luz del conocimiento del derecho y de la ley, los maestros Daniel, Alfredo, José María, Miguel, Raúl, Ildefonso, Roberto Pedro, Antonio, Gaspar, Juan Manuel, Arturo, Rafael, Luis y Fernando, entre muchos más.

Por todo ese conocimiento generosamente compartido, es mi obligación de devolver a la vida de las nuevas generaciones la luz de ese conocimiento aderezado con la cosmovisión de la milenaria cultura indígena.

Con ese compromiso acepté la invitación a participar en las Jornadas Universitarias José Vasconcelos del presidente de esa Universidad, Oswaldo García Criollo, y del rector de la misma, Hugo López Hernández.

Acudí al Auditorio La Tormenta a exponer la conferencia “Las Maldiciones políticas de Oaxaca… y de los oaxaqueños”, previa disculpa para no incomodar a las buenas conciencias y a los políticamente correctos.

De entrada, dije que por ser el pan nuestro de cada día, a primera vista pareciera que las peores maldiciones de Oaxaca y de los oaxaqueños, fueran la escandalosa corrupción y la creciente impunidad sin parangón.

Desde luego que en alguna medida hay razón en ello, porque el saqueo no tiene llenadera ni límite alguno, agravado por el hecho que las más de las veces la ley se sigue aplicando selectivamente por venganza política.

Para abrir boca afirmé, por el contrario, que las mayores maldiciones de Oaxaca y de los oaxaqueños, son la apatía, la indiferencia, la negligencia, porque son más graves los pecados de omisión que los de comisión.

A éstas se suman en forma evidente, pública y notoria, la cobardía de la inmensa mayoría, al dejar hacer y dejar pasar, para no meterse en problemas, y la abierta complicidad con los saqueadores públicos, privados y sociales.

Ante la persistencia y agravamiento del colapso político y financiero, provocado y heredado por el desgobierno del ex gobernador Gabino Cué Monteagudo y su mafia de rateros, he recordado a Martin Luther King.

Sus sabias palabras son siempre vigentes en la posteridad: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos».

Las maldiciones de la apatía, la indiferencia, la negligencia, la cobardía y/o la complicidad de la inmensa mayoría de los oaxaqueños, nos ha hundido a todos en el lodo, pueblo y gobierno, desde hace casi medio siglo.

Y no es más que resultado de la desmedida ambición política y económica de los nefastos políticos y funcionarios, de su inagotable corrupción, de sus adicciones al alcohol y las drogas, y de sus perversiones.

Pocos presidentes de la República han hecho tanto mal a México y a Oaxaca como los priistas Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, destruyeron a la gloriosa universidad pública y, sobre todo, la educación básica.

Entregaron inicialmente la Universidad Benito Juárez, todavía no autónoma, a la guerrilla, y ya como UABJO, al porrismo, a la creciente corrupción de los rectores en turno y hoy en día al narcomenudismo con “Los Chapos”.

Asimismo, entregaron la rectoría de la educación básica desde el IEEPO a la Sección XXII de la CNTE, y con ello todo el poder y el dinero del multimillonario presupuesto destinado a la educación, convertido en botín.

De tal manera, que el prefabricado y prolongado conflicto magisterial que dura ya 37 años, no es más que resultado de la perversa maniobra de la federación ejecutada por ambiciosos gobernantes y políticos oaxaqueños.

Paralelamente, destruyeron la producción agropecuaria, a través de la invasión de las tierras más productivas, así como numerosas empresas familiares, mediante la creación de sindicatos independientes de corte izquierdista.

Entendible, jamás aceptable, porque es más fácil manipular y usar a un pueblo ignorante y en la miseria, toda vez que ésta reproduce la ignorancia y nos ha llevado a un círculo vicioso y perverso que no logramos romper.

El estado de cosas actual, se agrava por el saqueo presupuestal de las 685 organizaciones sociales vía las presiones y chantajes, cuyos dirigentes son mercenarios al servicio del mejor postor, ex gobernadores o gobierno en turno.

Las mafias familiares de la partidocracia nacional y local en forma más que genialmente perversa persisten en privilegiar la rentabilidad político-electoral sin importarles el desarrollo y progreso de los oaxaqueños.

Ante directivos, catedráticos y estudiantes de Derecho, Ciencias Políticas, Comercio y Relaciones Internacionales, aseguré que irónicamente hoy es más fácil triunfar y tener éxito en Oaxaca, pues muy pocos innovan.

Ejemplifiqué que habemos miles de abogados, egresados de las universidades, pero no hay un solo especialista en derecho aduanero, ambiental, marítiro, aéreo y minero, de origen oaxaqueño laborando en su tierra natal.

Concluí que si al concluir su licenciatura no quieren terminar como muchos universitarios de taxistas, mototaxistas, de taqueros y vendedores ambulantes o de narcomenudistas, sean diferentes para que sean felices.

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alfredo_daguilar@hotmail.com

director@revista-mujeres.com

@efektoaguila

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