Opinión por Mario A. Medina
Aún la recuerdo en la tribuna de la Cámara de Diputados en San Lázaro en 2012. Aquella joven diputada federal de la LXII Legislatura por Movimiento Ciudadano (MC).
Llamaba la atención su juventud, lo mismo que su discurso; no titubeaba, conocía la materia y las causas que defendía, pero además la tonalidad de su voz atraía la atención de sus pares del PRI, del PAN, del PRD cuando desde lo alto de la tribuna los cuestionaba, los enfrentaba.
Sí, efectivamente, me refiero a la hoy secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde Luján, quien en una entrevista en “Los Periodistas” se abrió, sin el discurso viejo de políticos del pasado: “será la militancia quien decidan si debo ser el presidente del partido”.
Ella simplemente afirmó: “sería un honor” ser la nueva dirigente de Morena, a pregunta de Álvaro Delgado.
Fue la imagen (2013) de ese movimiento fundado por Andrés Manuel López Obrador, no sólo por el tono de su piel, fue Coordinadora Nacional de jóvenes; llegó como legisladora de MC como propuesta de Morena; fue entonces cuando se formó la primera bancada de este partido.
Ya con el Presidente de la República, ha estado al cargo de la Secretaría del Trabajo y, actualmente, de la política interna del país.
Luisa María, seguramente jugaba entre trabajadores huelguistas de sindicatos no oficialistas, a quien su papá, Arturo Alcalde Justiniani, abogado laborista, asesoraba.
Desde entonces, la mujer de los risos estuvo cercana no sólo a la defensa de esta clase; también aprendió cómo hacer política desde la izquierda. Su Madre, Bertha Alcalde, fue presidenta del Consejo Nacional de Morena, de 2015 a 2022; antes había sido Secretaria General.
Contralora General en el gobierno de AMLO en el entonces Distrito Federal.
El parlamento fue, no cabe duda, una experiencia importante en su carrera política por las tablas que adquirió, por la bravura de su discurso, sin radicalismos, pero sabía defender con vehemencia sus convicciones políticas.
Desde luego a muchos no les ha gustado su “auto destape”; su anuncio lo ven como una suerte de repetir las “formas del pasado priísta”; sin embargo, se puede percibir en la militancia de Morena que no hay “disgustos” e “inconformidades”, porque Luisa María retome la estafeta que deja Mario Delgado.
En caso de ser electa la presidenta de Morena, tendrá una difícil tarea, que las corrientes se mueven y operan entre los grupos internos, no acaben en unos cuantos años a este partido como sucedió con el PRD, pues aunque se diga que no las hay, existen y están vivas.
Deberá trabajar para que las viejas prácticas, producto del “gen” perredista, no los afecten, no los infecten. Es normal, la oposición acusa de que Morena podría o que se ha convertido en un partido de Estado, hecho que combatió en el pasado el opositor Andrés Manuel López Obrador y la militancia morenista; la izquierda en su conjunto. Luisa María tendría que enfrentar estos señalamientos y mostrar que “no son iguales”.
Morena, en su corta vida, se convirtió en un “fenómeno de movilización social” que lo llevó, gracias a su propio fundador, Andrés Manuel López Obrador, a ser la primera fuerza política en nuestro país, y aunque muchos lo niegan, supo cimbrar las estructuras de poder del Estado Mexicano.
Tendrá que atender el enojo, y con toda razón, de una buena parte de la militancia por ciertas candidaturas que se le entregaron ex priístas, ex panistas, a oportunistas y a Sergio Mayer.
A impulsar a que siga siendo el movimiento social que participe activamente en la construcción del “segundo piso” de la 4T; de mantener, en tres años, la mayoría, absoluta y/o calificada en Congreso, y hasta frenar los “ímpetus” caciquiles de gobernadores y gobernadoras estatales que les guste meter la mano al partido para su beneficio en una mimetización priísta.
La joven morena deberá ocuparse para que Morena sea un partido verdaderamente democrático; donde la discusión sea abierta, donde las castas políticas oportunistas y arribistas no sean las “ganonas”, pues de una u otra manera, Morena –y que qué bueno-, no es un partido monolítico, aunque es una “hidra de muchas cabezas” como ha señalado Arnoldo Cuéllar, que al final “desvíele” a la Cuarta Transformación.
Hay quienes pudieran pensar que su labor será administrar a un partido en el poder y todo poderoso. No. Su gran reto es que la militancia de Morena rija su conducta personal y colectiva “bajo los principios éticos y valores humanos” y se gobierne democráticamente, a partir de los objetivos por los que se fundó, y no sea el reflejo, con el paso de los años, de lo que fue y quedó el PRD y el mismo PRI. Su tarea, su desafío, el reto de Luisa María Alcalde, será muy grande e interesante.
_Qué no le cuenten…_ El nombramiento de Lázaro Cárdenas Batel como Jefe de Oficina de la Presidencia de la República de la Presidenta Virtual Electa, Claudia Sheinbaum Pardo, no sólo es un guiño al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas; es un mensaje político que debe reflexionarse más allá como un acto de amistad.
Seguramente lo entiende quien lo debe de entender.