#Opinión Rosy RAMALES
El primer círculo de políticos mexicanos, ¿escucharán las palabras del Papa Francisco? Sobre todo las pronunciadas en Ecatepec, Estado de México; entidad natal del presidente Enrique Peña Nieto, y campo de acción del Grupo Atlacomulco.
El Papa convocó a hacer de México “una tierra de oportunidad”, donde no haya necesidad “de emigrar para soñar”, “de ser explotado para trabajar”, “de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de pocos”; una tierra, dijo, “que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte…”
¿Qué tal? Sus palabras retrataron la realidad de México, donde la clase política otorgó el voto a los mexicanos residentes en el extranjero, pero mas como una necesidad de esa clase política de incrementar su clientela electoral, que como el reconocimiento de un derecho, en cuyo ejercicio se invierten millones de pesos, en vez de generar fuentes de empleo para desalentar la emigración. Y todavía, hasta se diseñan programas como el 3×1 para migrantes, mediante el cual éstos y los tres órdenes de Gobierno aportan dinero para financiar obras sociales en las comunidades expulsoras. Es más, es un país donde hasta se festeja la cantidad de dólares enviados por los mexicanos que se fueron a trabajar a Estados Unidos, a sus familiares.
Mientras en México la clase política acomodada en los partidos políticos y en los órganos de gobierno (en los distintos órdenes), dilapidad los recursos públicos ante la impotencia de sus habitantes que nada pueden hacer frente al evidente amasamiento de fortunas por parte de los políticos, con sus honrosas excepciones. Incluso, la pobreza se convierte en la bandera de campaña de candidatos multimillonarios a cargos de elección popular.
Ciertamente, en la desesperación y la pobreza de muchos, se encuentra el “oportunismo de pocos”. Sin pobres, no hay clientela electoral; lo estamos viendo ahora en el proceso electoral en marcha en 12 entidades federativas donde este año habrá elecciones de gobernador: Las comunidades consideradas en rango de pobreza y pobreza extrema, así como los cinturones urbanos de miseria, se convierten en blancos de candidatos y partidos políticos.
En fin, ¿a quiénes se referiría el Papa cuando aludió a los “traficantes de la muerte”? ¿Al crimen organizado? ¿También a la clase política? Porque amasar fortunas con el dinero público a costa del hambre del pueblo, es un crimen; así debería considerarse y en el rango de lesa humanidad.
Por cierto, el Papa Francisco reflexionó sobre las “tres tentaciones” que buscan degradar al ser humano: La riqueza, la vanidad y el orgullo.
Y las definió así:
“La riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o ‘para los míos’. Es tener el ‘pan’ a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos.”
“La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que ‘no son como uno’. La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la ‘fama’ de los demás, ‘haciendo leña del árbol caído’, va dejando paso a la tercera tentación, la peor, la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la ‘común vida de los mortales’, y que reza todos los días: ‘Gracias te doy Señor porque no me has hecho como ellos’.”
¿Qué tal? “Adueñándonos de bienes que han sido dados para otros”, “La búsqueda exacerbada de cinco minutos de fama”, “Ponerse en un plano de superioridad”. ¿Le cayó el veinte a la clase política? Miren, que políticos de distintas filiaciones ocuparon primerísimos lugares cerca del Papa Francisco tanto en Ecatepec como en Palacio Nacional.
Y eso que México es un Estado Laico, ¡imagínense si no lo fuera!
No es culpa del Papa Francisco, sino de los políticos mexicanos.
El Papa, dejó a la reflexión: “¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos? ¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida? ¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza para vencer esas tentaciones?”
Y en algún momento, dijo que las tres tentaciones “nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.” Claro, el Papa no lo precisó pero quizá deba entenderse el círculo donde México se encuentra atrapado.
¿Y el Estado Laico?
Como referimos párrafos arriba, el Papa Francisco, representante de Dios y del Estado Vaticano, fue recibido por el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, bajo un protocolo entre Jefes de Estado. Y quizá mejor. ¿Quién otro ha tenido tan esmerado recibimiento?
Entró hasta en el Palacio Nacional, inaugurando la era en la historia de México en que un Papa pisa la sede del Poder Ejecutivo. Claro, era visita oficial. El encuentro se caracterizó por la presencia de líderes políticos de distintas filiaciones y empresarios como, por ejemplo, Alejandro Martí y Olegario Vásquez Raña. Ahí estaban el presidente del PRD, Agustín Basave Benítez; el del PAN, Ricardo Anaya, y el del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera.
Todos en sus “cinco minutos de fama” querían estar cerca del Papa Francisco, tomarse la foto con él, besarle la mejilla o la mano, como intentaron mandatarios de entidad federativa, como si con ello les fueran perdonados sus pecados… o más bien, un pecado capital: La avaricia de acumular riqueza a costa del pan de cada día de un pueblo empobrecido, al que solamente le suministran paliativos y, en épocas de campañas electorales, le compran el voto.
Y aunque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos invoque el “principio histórico” de la separación entre la Iglesia y el Estado, la desmedida atención a la visita papal por parte de la clase política envió un mensaje distinto, y quizá hasta contrario.
Con razón ya casi nadie acude a Guelatao en ocasión del natalicio de don Benito Juárez García, cada 21 de marzo.
Nadie se sorprenda entonces cuando de pronto aparezcan iniciativas de ley para reformar el artículo 130 constitucional.