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Opinión por Mario A. Medina
Era el día del Presidente, cuando, quien ocupaba la silla presidencial, nadie, absolutamente nadie podía faltarle. Ese día, primero de diciembre de 1988, Miguel de la Madrid daba cuenta de su último informe de gobierno. Porfirio Muñoz Ledo, se atrevió, buscó interpelarlo:
–Ciudadano Presidente. Con todo respeto; ¿va su gobierno a cumplir el supremo mandato de respetar la voluntad popular, demandando que la calificación de la elección presidencial se haga conforme a la ley?
Afuera, en las calles, en todo el país, había la convicción de que a Cuauhtémoc Cárdenas le habían robado la elección en favor de Carlos Salinas de Gortari. De aquí podría partir la segunda parte del libro: Porfirio Muñoz Ledo. Historia Oral 1933-1988, producto de años y años; de kilómetros de cintas de carrete y casetes de conversaciones con James W. Wilkie y Edna Monzón Wlikie.
El jueves pasado acudí a la “Casa Lamm” a la presentación de este libro de seis capítulos: El estudiante, El servidor público, El dirigente político, El diplomático, El educador, El dirigente de oposición.
El autor rescata, de la propia voz de Muñoz Ledo, los pasajes de su infancia, de su cercanía y aprendizaje de los políticos durante su juventud y, desde luego, cuando con Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y otro puñado de priístas más, rompieron, en 1987, con el Partido Revolucionario Institucional.
No solamente Muñoz Ledo destacaba por sus conocimientos y habilidad política, sino porque era reconocido como un “combativo político” y la “materia gris” de la Corriente Democrática (CD), cuya acción radical modificó el rumbo de la política en México.
El libro “Porfirio Muñoz Ledo. Historia Oral 1933-1988” no solamente hay que leerlo y conocer de la vida de este gran político mexicano de, además, -y lo subrayo-, de una amplia cultura como pocos, sino saber parte de la historia reciente de nuestra vida política como nación y el porqué de la necesidad de sumar a quienes, como en aquel 1988, era primordial se incorporaran a aquella revolución democrática.
Porfirio en su cabeza aún tiene muy claro, pero muy muy claro, por qué fue ineludible sumar a quienes desde la izquierda o derecha consideraban importante terminar con el viejo sistema de partido de Estado. En aquel momento, la CD se enriqueció, principalmente de hombres y mujeres lúcidos y preparados de la izquierda: Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo, Heberto Castillo Martínez, José Woldemberg y muchos más, que antes, entendieron la necesidad de la unidad de las diferentes corrientes y partidos, en uno, el Partido Mexicano Socialista, “no como producto de decisiones de las dirigencias de partidos o grupos o de voluntarismo, sino como una necesidad impuesta por las condiciones existentes en el país”.
Y de esto Porfirio Muñoz Ledo entiende y sabe mucho, y por ello sale, en diferentes declaraciones recientes, a la defensa de los críticos de Andrés Manuel López Obrador por sumar a su proyecto, a Morena, a diferentes personajes disímbolos con él.
Ha dicho Porfirio de López Obrador: “Veo a un hombre maduro, que ha aprendido de las derrotas que tiene una idea más clara de la idea de nación; sensato, mesurado” y coincide con la propuesta de no dividir, sino de sumar, izquierda, centro, derecha.
Como preámbulo del libro, Muñoz Ledo dice: “Las reflexiones que formulo, contribuirán tal vez a reabrir el debate sobre acontecimientos y problemas poco explorados de la historia del México contemporáneo; en un momento en que se necesita pensar y analizar con sentido crítico nuestras obras, fracasos y debilidades, para replantear rutas y preservar un mejor camino para las nuevas generaciones. Es un testimonio de vida y de lucha que aspira a trascender la arqueología política y convertirse en un llamado a la insurgencia nacional. Intenta reflejar mi experiencia vital, los sueños de una generación y hacer un relato apasionado e insustituible sobre la vida del México actual”.
Que no le cuenten…
En el libro, Muñoz Ledo le platica a Wilkie, de los tecnócratas que se hicieron del poder en el país, pero recientemente, cuando alguien le pregunto su opinión sobre el candidato del PRI-VERDE-PANAL, José Antonio Meade, Porfirioafirmó: “Es un tecnócrata cuadrado” y luego definió: “Entiendo por burócrata a un tecnócrata que estudió en el ITAM”, para luego soltar su carcajada, pícara.
