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Oaxpress: Y las secuelas siguen

Opinión por: Juan Perez Audelo

Han pasado ya cuatro meses desde aquel 7 de septiembre, en que un sismo de 8.2 grados, considerado uno de los más fuertes en los últimos cien años, devastara prácticamente la región del Istmo de Tehuantepec. El mes de septiembre fue en verdad letal para el país, pero particularmente para Oaxaca. Aquello que quedó en pie se vino abajo con el sismo de 6.1 grados, del 23 de septiembre.

Una centena de muertos y miles de damnificados fue el saldo. Al menos cuarenta municipios de la región del Istmo fueron declarados como zona de desastre. El auxilio de la Federación, de las Fuerzas Armadas, pero sobre todo la solidaridad de la sociedad civil y de muchos oaxaqueños, hizo que la etapa de emergencia pudiera ser superada con creces. Sin embargo, el proceso de reconstrucción avanza demasiado lento.

Sería injusto no reconocer los buenos oficios del ejecutivo estatal y de su gabinete en las tareas de documentación de daños y la entrega de ayuda. Su presencia fue también motivo de confianza entre los istmeños que perdieron su patrimonio y tomaron la calle para vivir. Los miles de réplicas crearon asimismo un ambiente de zozobra, como lo fueron en su momento las lluvias, que azotaron a los mismos damnificados.

El sismo del 19 de septiembre agudizó más nuestra situación. Hay más de doscientos templos coloniales que resintieron los daños, los cuales, no han sido objeto de catalogación, para su posterior restauración. Es decir, el 2017 quedará en la memoria colectiva como un año en que la tragedia y los siniestros naturales azotaron a Oaxaca de una forma inédita a lo largo de su historia. Los golpes se dieron uno tras otro. Hasta nevadas hubo en diciembre.

Y el 2018 es año de elecciones. Sólo unas semanas de precampañas han bastado para darnos cuenta que la civilidad, la cordura y la tolerancia, entre partidos y candidatos, es algo remoto. Lo que hasta hoy hemos escuchado no son propuestas viables, alternativas ciudadanas para mejorar la gobernabilidad o la seguridad, sino descalificaciones y hasta ocurrencias; dislates y premisas de violencia.

Como ciudadano que quiere a su país y a su estado, espero que el proceso electoral no cree más división, más encono, más odio entre los mexicanos y los oaxaqueños. Que los aspirantes de partidos y coaliciones suscriban un pacto de civilidad para evitar denuestos y ataques; que seamos un pueblo que actúe con madurez y no una horda de salvajes que azuzados por otros y tomando como pretexto la Ley de Seguridad Interna o los incrementos en los precios de la gasolina, están creando escenarios de terror en otras entidades del país. (JPA)

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