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México, como en el Titanic frente al coronavirus.

Comunicado

El hundimiento de El Titanic fue una tragedia multifactorial. Un factor, según historias, fue la falta de medidas preventivas y de preparación de la tripulación, así como el exceso de confianza del capitán.

Y así sentimos a México frente al coronavirus, cual El Titanic frente al iceberg aquella noche del 14 de abril de 1912 cuando se dirigía a Nueva York tras haber partido de Southampton, Inglaterra.

A pesar de los años y la pericia del capitán, el barco más grande del mundo navegaba –cuenta una leyenda— a máxima velocidad dada la pretensión de sus administradores de ganar las ocho columnas haciendo menor tiempo del estimado.

Pero no pudo virar a tiempo frente al iceberg, pues su timón era pequeño en comparación al tamaño en tonelaje del trasatlántico; además su tripulación no había sido entrenada para enfrentarse a un tempano gigantesco de hielo ni ha otro desastre, según se cuenta.

Así sentimos a nuestro querido México frente al coronavirus, con un capitán testarudo que lleva al país quien sabe donde con sus políticas sanitarias, económicas y sociales.

Un país donde no se tomaron las medidas preventivas de manera oportuna. Aunque los “expertos” al servicio de la Presidencia de la República, han dicho que sí. Ojalá.

Pero cuando en otros países cerraron fronteras y los jefes de Estado obedecen al pie de la letra las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en México se continuó con la admisión de vuelos internacionales y locales desde las provincias donde se registraron los primeros casos, y el presidente Andrés Manuel López Obrador proyecta la viva imagen del desacato a las recomendaciones.

Claro, podrán argumentar en descargo la falta de urgencia. Sin embargo, en otros países como Singapur, donde tomaron acciones inmediatas tan pronto y se supo del hallazgo y propagación del coronavirus en China, salvaron a sus connacionales de la pandemia; no esperaron a la propagación comunitaria para empezar a actuar.

Aquél lujoso trasatlántico solo llevaba botes salvavidas para 1178 pasajeros, y en su viaje inaugural iban a bordo 2223. Murieron muchas personas de las que podían salvarse, porque los botes no fueron llenados a su capacidad; la evacuación resultó mal debido a la falta de preparación de la tripulación y la histeria de la gente ante el desastre.

Así sentimos a México, cuando en las conferencias de prensa ex profeso, las autoridades sanitarias (principalmente el subsecretario Hugo López-Gatell) hablan de la probabilidad de que cada 8 de diez personas tendrán la enfermedad, aunque en grado leve; cuando hablan de tres meses de emergencia sanitaria.

Y cuando solamente los 32 laboratorios estatales del país están reconocidos por el InDRE para realizar la prueba del coronavirus, y dos privados en la Ciudad de México.

Ciertamente, el presidente López Obrador ha salido a inaugurar hospitales a estados del interior del país como Oaxaca para sumarlos a la infraestructura hospitalaria existente en México para enfrentar, en su caso, la pandemia en sus siguientes fases.

Pero no es suficiente la cama hospitalaria, se necesita el equipo especial de la terapia intensiva. Y algunos nosocomios no tienen ni respirador, salvo que el gobierno ya los haya habilitado al cien por ciento.

Volviendo al Titanic, según datos registrados sobre su naufragio, en él viajaban dos de los hombres más ricos del mundo. Pero frente a la muerte no hay dinero que valga.

El coronavirus es la misma muerte.

El presidente AMLO ha salido a decir que nuestro país tiene una reserva de diez mil millones de dólares. Pero no dijo en qué casos podría usarse, solo comentó la sugerencia al Banco de México para no inyectarla a la depreciación de la moneda mexicana frente al dólar.

La economía nacional también necesita de inyección financiera y estímulos fiscales; caso contrario el sector productivo del país naufragará y con él, la Presidencia de la República, cuya fortaleza son los programas sociales, pero éstos se alimentan de los recursos públicos.

¿Llegaría el momento de tomar de la reserva para financiar programas sociales?

Tres meses de contingencia sanitaria, no lo soportará el sector productivo, máxime cuando viene siendo tratado a punta de amenazas por parte del Gobierno Federal.

 En fin, muchos de los habitantes de México se sienten a bordo de un Titanic, en el momento crítico tras el choque con el iceberg.

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