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La mosca en la botella: El poder que encapsula en la post pandemia

Por Andrés Alvarado Flores

Ludwig Wittgenstein filósofo y lingüista austriaco (1889-1951) refirió que es necesario enseñar salidas, de allí que el ejemplo clásico de cómo enseñar a una mosca a salir de la botella, se podría extender de manera análoga a los hombres para repensar el mundo y las coordenadas de la era de la post pandemia así como las narrativas sociales.

Es decir ¿cómo estamos interactuando o cómo no estamos relacionándonos? La respuesta parece sencilla, pero aún seguimos atrapados en el frasco volando como la mosca para tratar de salir.

El abrasivo paso de la pandemia por todo el mundo ha desdoblado nuevas formas de comportamiento social e individual en los roles, hábitos, comportamientos y actitudes, que se reflejan en el tejido social a través del consumo apresurado de comida, la individuación del ego, el temor, la duda, el desconcierto, han desarticulado las estructuras políticas y de poder, sociales, psicológicas y económicas.

¿Qué papel juega el poder?

El poder se origina y se aplica exclusivamente en el cuerpo y en el territorio. El grupo y el individuo se relacionan desde el mismo, mediante un símbolo que reemplaza las condiciones físicas por ideológicas también. La simbolicidad en la dimensión social (necesidad/satisfactor) juega un papel muy importante ya que como principio antropológico el medio influye, pero no determina, por tanto, somos esclavos de las voluntades políticas.

Serge Moscovici en su libro La era de las multitudes, señala que “las multitudes tienen una materia y una forma. Se componen de individuos sugestionables y polarizados, maleables y cambiantes, sometidos a los azares del mundo exterior (Moscovici, 1985). El poder dirige, orienta, controla, establece y fija posiciones en el capital social y cultural, de sujeción y de fijación.

En este sentido y volviendo a la metáfora de la mosca, seremos incapaces de salir de la incertidumbre post pandemia cuando sepamos reconocer que en cierta medida estamos sometidos a determinados tipos de poder pues con la poca información que teníamos en un principio del coronavirus fuimos sujetos manipulables a través de la información, desinformación y contrainformación del virus, lo cual provocó angustia (y sigue aconteciendo) y miedo hacia los “otros” nos empezamos a ver como individuos raros y a la vez sometidos, pues la distancia física que anunciaban los médicos en cualquier parte del mundo era usar cubrebocas, convirtiéndose en distancias emocionales y psicológicas, ya el individuo que no lo tuviese puesto era  mal visto, lo veíamos diferente  cuando el “anormal”, tiempos atrás, era el que usaba cubrebocas.

Pero … ¿qué ha cambiado?

Los seres humanos tenemos la necesidad de sabernos queridos a través del tacto y la palabra, ahora nos saludamos desde la lejanía, y desde ésta pensamos y sentimos y nos sentimos alejados del “eros” en el sentido más puro de la palabra. Nos lavamos con frecuencia las manos y al mismo tiempo nos lavamos de las culpas personales y colectivas donde el “Otro” es reemplazado por Netflix, tik-tok o por Facebook que permiten interactuar desde un no-espacio o un no-lugar establecer distancias enormes y poder ser lo que no se es, a través de las redes sociales y no se diga el home-office, que ya se ha vuelto el pan de cada día, y han encontrado un foco de oportunidad para desplazar a los trabajadores.

Salir de la botella requiere de mayor consciencia de pensar lo que somos, lo que consumimos, lo que vemos y lo que interpretamos. La mosca no sabe que está encerrada, es más, no sabe que va a morir, por eso es inmortal porque no está atravesada por el significante del lenguaje, que nos coloca en la realidad,a diferencia de nosotros que sabemos que vamos a morir y nos causa angustia la vida, por ello la mosca tiene más posibilidades de salir que nosotros. A ella sólo le falta encontrar el orificio de la botella, a nosotros nos estorba la consciencia y nuestros egos. Nos estorba el “Otro”, nos estrobamos entre nosotros, pero el problema es que la botella está llena ya y salir de ella costará mucho, a menos que nos repensemos como especie y aprendamos a vivir unidos y en una simbiosofía, como dice el sociólogo francés Edgar Morin.

Referencias

  • Moscovici, S. (1985). La era de las multitudes. Un tratado histórico de psicología de las masas. México, D.F., Fondo de Cultura Económica.

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