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La gente empezará a rebelarse por hambre.

Opinión por Rosy Ramales

Bien que el presidente Andrés Manuel López Obrador procure la existencia de camas de hospital debidamente equipadas para atender pacientes COVID-19. 

Pero sería mucho mejor procurar frenar el contagio de coronavirus; caso contrario los hospitales y clínicas que anda inaugurando no alcanzarán y menos servirán si no cuentan con respiradores adecuados y suficientes. 

Así ¿de qué servirán? Solamente para la foto.

Según el mismo gobierno la enfermedad COVID-19 solo se puede contener consiguiendo que la gente se quede en su casa, además de guardar la sana distancia. 

Sin embargo, a pesar de los llamados a quedarse en casa y de los decretos para parar actividades “no esenciales”, la gente sigue saliendo porque tiene necesidad económica, porque vive al día, porque tiene hambre, porque tiene deudas.

Entonces, tiene qué trabajar para allegarse de recursos económicos. Incluso, la gente que pertenece a los sectores vulnerables tienen necesidades más allá de la beca u apoyo económico que reciben del Gobierno Federal. Así que aún con los beneficios, siguen saliendo de casa.

La gente se quedará en casa cuando efectivamente ayuden los Poderes de la Unión y los correspondientes de las entidades federativas, así como los gobiernos municipales.

Qué fácil es hablar todas las mañanas pidiendo al sector productivo cerrar todo un mes sin dejar de pagar salarios y sin dejar de pagar impuestos.

¿Y de dónde quiere el presidente Andrés Manuel López Obrador que salga el dinero para suspender actividades al mismo tiempo de cumplir laboral y fiscalmente?

Ojalá todo el sector productivo tuviese la solvencia económica de dos de sus amigos empresarios, Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego, para el pago de nóminas durante un mes o cuatro semanas consecutivas.

Y ni así, ya ven como éste último salió casi chillando para pronunciarse a favor de continuar actividades porque si no morimos de coronavirus, moriremos de hambre.

 Incluso, en redes sociales usuarios han dado cuenta de lo tacaño de Ricardo Salinas, en cuyas empresas continuaban trabajando los empleados.

Ojalá todos los comercios tuviesen la fortaleza económica de cadenas trasnacionales. Es más, cierran y siguen vendiendo por internet.

Ojalá todos los habitantes de la República Mexicana tuviesen un sueldo seguro y generoso como los funcionarios de primer nivel de los tres Poderes en la Unión y de las entidades federativas, así como de los gobiernos municipales.

Ojalá todas las mujeres de este países tuviesen un ingreso asignado de manera mensual tan espléndido como el que reciben las Primeras Damas, con sus honrosas excepciones.

Si todas las personas vivieran en condiciones de igualdad y los correspondientes privilegios, todas estarían en casa sin temor a no tener qué comer al siguiente día, sin temor de cerrar definitivamente la pequeña empresa, la tienda, el restaurante, etc.

El presidente López Obrador ha pedido solidaridad. Pero solidaridad, quiere solidaridad.

Y no ha sido nada solidario con el sector productivo del país y con los contribuyentes en general. Ha sido tajante en su determinación de no dispensar el pago de ningún impuesto. Y todavía obliga al cierre de negocios (sin importar el tamaño).

Empresarios y comerciantes están consientes de que todos, incluidos ellos, deben quedarse en casa para contener la pandemia. Pero en base a las disposiciones legales formalmente establecida previamente a la existencia del coronavirus.

¿Por qué acatar determinaciones emitidas en afán populista? Determinaciones que empeorarán la situación económica del país.

Y si empeora crecerá el desempleo ante el quiebre y cierre definitivo de comercios y pequeñas y medianas empresas.

En consecuencia, crecerá la delincuencia porque la gente empezará a robar por hambre. Y también empezará a rebelarse por hambre.

Nadie asegura que no pueda producirse un golpe de Estado, que no necesariamente da el Ejército. Los motines y revueltas sociales pueden generar desestabilización generalizada y, por tanto, hasta llegar a deponer.

En fin, cuando la pandemia termine la gente no encontrará trabajo debido al cierre definitivo de comercios y empresas. Y no habrá programa social que alcance para satisfacer las necesidades de la población

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