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La columna | Que no le digan… | El nuevo gobierno y las oficinas de prensa | Por Mario A. Medina

Por Mario A. Medina *

El punto número 20 de los 50 lineamientos para la austeridad y contra la corrupción que semanas atrás presentó el virtual Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador precisa: “Todos los programas y estructuras duplicados, oficialías mayores, oficinas de prensa, las funciones o programas correspondientes se centralizarán en una sola unidad o coordinación. Los secretarios no tendrán oficinas de prensa”.

Esta medida, pareciera, tiene como propósito el  que exista una coordinación “coherente” entre las distintas dependencias de la administración pública. A partir de sus prioridades el nuevo gobierno busca evitar diferencias entre éstas y, desde luego, cumplir las metas que se ha impuesto, aunque es claro que el objetivo primario tiene que ver con la llamada “austeridad republicana”.

Al revisar cómo han actuado otros gobiernos en esta materia, podemos decir que las políticas de comunicación social han estado siempre centralizadas. Desde Los Pinos, los directores de Comunicación Social han dado “línea”, particularmente cuando se ha tratado de temas “sensibles”, por lo que desde la Presidencia de la República se decide qué información habrá de publicarse, incluso desde allí se han redactado los comunicados de prensa de otras dependencias, y desde allí se han levantado los teléfonos para “pedir” a los medios publique  “algo” o para acallar “algo”.

Esta centralización no es nueva. Por ejemplo, para no ir muy lejos, los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid, tenían a través de sus “comunicadores”, el control absoluto de la comunicación social.

Otro ejemplo de la centralización en el manejo de prensa, lo observamos en el Estado de México. Alfredo de Mazo (papá), Ignacio Pichardo PagazaEmilio Chuayffet, igual, a través de una oficina de prensa, desde Toluca, tenían el control total de todas y cada una de las dependencias.

Fue con César Camacho Quiroz que se “descentralizó” dicha función. Con Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto yEruviel Ávila Villegas, cada una de las secretarias tuvieron su Coordinador de Comunicación Social,  lo mismo que hoy en día con Alfredo del Mazo (hijo), además de dos oficinas regionales: Oriente y Valle de México.

Al llegar al gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador implementó una medida parecida a la que está planteando ahora. Cada secretaría tenía un área de “Enlace con Medios”, encargada de generar comunicados de prensa, los cuales eran enviados a Comunicación Social del gobierno central. Allí se revisaban y eran despachados a los medios. La publicidad, igual, a partir de unos lineamientos que existían se autorizaba y decidía en qué medios se debería de publicar.

Así, cada secretaría tenía su “Enlace con medios” y, si acaso dos o tres apoyos para redactar boletines, foto y redes sociales. Los salarios de los enlaces eran menores a los de un director de área y los de su equipo estaban, por su puesto, por debajo de lo que percibía éste.

Sin embargo, en los hechos, el “Enlace con medios”, jugaba el mismo papel que un Coordinador de Comunicación Social, ya que tenía que estar al tanto de todo: hacer síntesis, atender las peticiones de información, de entrevistas, además de los “bomberazos”; orientar en la materia a su jefe, amén de estar en comunicación permanente con los responsables de prensa que despachaban desde el edificio de gobierno.

Por supuesto que la propuesta de ahorro de López Obrador tiene su sustento, ya que en muchas oficinas es común que haya un exceso de personal para el trabajo que existe.

AMLO

Sin embargo en el caso de las oficinas del gobierno federal sería un error tratar de centralizar la información, porque de una u otra manera, quien sea el enlace, va a tener que cumplir las mismas funciones de un Coordinador. Su papel se va a complicar y hacer más burocrático, pues si bien, administrativamente, el tamaño del Gobierno de la Ciudad de México es muy grande, es menor frente a la estructura del gobierno federal.

Coincido plenamente en la necesidad de recortar los salarios de los funcionarios de primer nivel, pero sería injusto que un “Enlace”, perciba un salario mucho menor que el de un Director General o de área, como sucedió cuando Andrés Manuel estuvo al frente del gobierno del Distrito Federal.

Igual, al medio al que se dé la publicidad no debe decidirse únicamente desde cada dependencia, porque se acusa que en algunas oficinas de prensa, particularmente de los gobiernos federales o estatales, los responsables piden “moche” para autorizarles la difusión, aunque su centralización correría también ciertos “peligros”.

En fin, considero inconveniente la desaparición de la función que le ha correspondido a las direcciones de Comunicación Social. Estoy convencido que deben seguir existiendo, sí, con un tamaño menor en su estructura, y tal vez con menores responsabilidades, porque de una u otra manera éstas en los hechos van a seguir funcionando. Es necesario pues que esta situación se revise puntualmente y se escuche, como lo he comentado, a los actores principales, los reporteros, los periodistas y especialistas en la materia.

Que no le cuenten…

 

En el registro de los gobiernos de nuestro país, desdePorfirio Díaz, hasta Enrique Peña Nieto, todos los presidentes han tenido al menos un Jefe de prensa, Secretario de Propaganda y Publicidad; Prensa y Publicidad; Prensa y Relaciones Públicas y Coordinador de Comunicación Social.

Por esas oficinas han pasado personajes que los mismos periodistas los han calificado de “siniestros”, “maestros en la censura”. Tal vez el más funesto lo fueFrancisco Galindo Ochoa quien operó para Gustavo Díaz Ordaz y para José López Portillo en los últimos 11 meses del gobierno de éste.

“Cuidadores de imagen” les llaman pero también “nefastos” por su función de acallar a periodistas y a los medios al precio que cueste.  Se recuerda con Carlos Salinas de Gortari a Otto Granados y José Carreño Carlón; a Carlos Salomón con Ernesto Zedillo; a Martha Sahagún y Rubén Aguilar con Vicente Fox; a Max Cortázar y Alejandra de la Sota con Felipe Calderón y aDavid López y Eduardo Sánchez con Enrique Peña Nieto.

Además de éstos en la lista aparecen otros quienes también se dice, repartían a diestra y siniestra el famoso “chayo” del que según las historias periodistas poco escritas y, por consiguiente difícil de documentar,  es común se narren de boca en boca, que hablan de cómo, por aquello del “piquete de ojos” a los reporteros, les permitió “vivir como reyes” y hacerse de más autoridad, y que a algunos los llevó a ser gobernadores o acceder a otros cargos de poder económico y/o político.

Su tarea es que nadie “incomode” al Señor Presidente ni manche su gobierno.

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